19 de marzo de 2012

Mañas que debemos quitarle

Hace poco, el día que fuimos a comprarle a Loana el vestido para su festival primaveral, comimos en un restaurante de la plaza en la que estábamos, y Loana en algún momento dado se enfureció y me soltó no una, no dos, no tres, sino cuatro cachetadas con todas sus fuerzas antes de que yo la inmovilizara y la regañara. Tras lo cual berrinche, drama, pataleo, y demás, de lo que hablaré luego. Lo que me preocupa más en este momento es que nos pegue a su mamá y a mí. Es decir, nos está dejando sin opciones. Yo no soy partidario de la violencia, precisamente porque suele engendrar más violencia, y porque llegado un punto sólo se la puede detener con violencia; pero eso lo sé después de 35 años de vida, ¿cómo enseñarle eso a mi cría de dos años, y sin violencia? Digo, ese es el reto, porque si de demostrar que uno es más fuerte se trata, con regresarle una de sus cachetadas, al triple de intensidad, debería demostrarle que meterse conmigo es hasta cierto punto peligroso.

Una de las cosas que comentaron en el curso de ATR al que asistimos hace casi dos semanas mi amada y yo, fue que los niños pequeños (hasta por ahí de los seis años) no tienen nociones éticas, ellos no se ponen a reflexionar sobre lo bueno y lo malo de sus actos, y mucho menos sobre el bien y el mal, sino que únicamente registran lo que les funciona y lo que no les funciona para conseguir lo que quieren. Y lo aplican. Por lo tanto, intentar convencer a nuestra monstruela de que pegar no está bien no va a servir de mucho. Al otro extremo está el miedo: "si le pego a mi papá, él me la regresa mucho más fuerte y me duele"; pero francamente todavía no quiero llegar a ese extremo, también porque sé que cada golpe genera rencores.

Así que, tenemos a una niña súper lista, que ya nos tomó la medida, que no toma en cuenta lo bueno y lo malo sino lo que le funciona, y que de repente, sobre todo cuando se salta la siesta, se pone a repartir golpes a donde caiga y a quien le toque; y no queremos pegarle. ¿qué hacer?, ese es el dilema. Yo creo que debemos generar una estructura (como decía una nutrióloga en el curso), los días que no vaya a la guardería y salgamos a dar la vuelta, tenemos que darle su comida estrictamente en sus horarios, y hacerla dormir su siesta. Eso porque el desajuste de horarios y el sueño la ponen ultra-irritable. Pero no sólo somos nosotros, si bien debemos corregir aquello que la pone en un estado extremadamente sensible a la frustración, sea como sea, no es aceptable que nos pegue a su mamá y a mí; así que creo que cuando lo intente nuevamente, hay que inmovilizarla (para que no siga soltando sopapos a diestra y siniestra) y aplicar el castigo estándar: llevarla a un sillón "de pensar" a que se quede ahí por unos minutos en lo que se calma y piensa sobre el resultado obtenido con su estrategia.

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