26 de mayo de 2012

Una guia para los sin Dios: C7-Razones (6 de 7)

Recuerde que los deseos están intimamente ligados con la motivación, que la motivación es orientada hacia la acción, y que la acción involucra la causación de eventos futuros y estados de cosas. Los deseos motivacionales son siempre deseos de que algún evento suceda. No queremos objetos directamente, en cambio queremos llegar a poseerlos o verlos o ser sus dueños. Debido a que los quereres y deseos son motivaciones, siempre están dirigidos hacia eventos y estados de cosas futuros. Esto lleva a dos diferencias estructurales entre querer e importar.

La primer diferencia estructural es esta: En contraste con lo que se quiere, lo que importa no está confinado a eventos y estados de cosas futuros. Los eventos, tanto en el presente como en el pasado, pueden importarnos también. Una encantadora caminata por el parque que tomó una persona la semana pasada puede ser importante para ella. Hoy, sin embargo, ella no quiere esa caminata que hizo hace una semana. Ella no puede querer una caminata pasada puesto que sólo puede querer eventos futuros Puede estar encantada de haberla hecho, puede añorar que hubiera sido más larga, puede haberla disfrutado en su momento, puede haber querido efectuarla antes, puede esperar hacer otra caminata igual de placentera, pero no puede querer, coherentemente, ahora, esa caminata pasada. (Sumner 1996:128-133)

La segunda diferencia estructural es esta: Las cosas que nos importan no sólo incluyen eventos y estados de cosas, sino también objetos, individuos, y colecciones de los anteriores. Sin embargo, no podemos desear directamente objetos y cosas. Decir que deseamos algo siempre es un modo elíptico de decir que deseamos ya sea entrar en relación con o hacer algo con ello. Cuando alguien quiere el lujoso auto de una sala de exhibiciones, quiere poseerlo, o rentarlo, o conducirlo. No lo quiere directamente. Ni tampoco podemos querer o desear a otras personas en el sentido puramente motivacional que hemos estado discutiendo. Cuando decimos que queremos a alguien, es un modo elíptico de decir que queremos pasar tiempo con, reunirnos con, o hablar con él o ella. (Una persona puede, sin embargo, querer o desear a otra persona en el fuerte sentido emocional de quererlo o quererla sexualmente. El sentido emocional de desear está emparentado con la lujuria, o intensas ansias). Nuestros quereres están limitados a eventos y estados de cosas, mientras que lo que nos importa puede extenderse también a objetos, individuos, y comunidades. (Anderson 1993:130)

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