29 de octubre de 2012

Una carta para Ann Romney (2 de 3)

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Lo que no pareces capaz de meter a tu lindo y pequeño cráneo rubio es que, mientras que tú puedes haber tenido que vivir en un departamento sin múltiples Cadillacs ni caballos danzarines en tus años universitarios, siempre supiste que tenías a una red de seguridad familiar que te hubiera atrapado si te hubieses caído. No tuviste que vivir con la comprensión aterrorizante de que podían cortarte la luz en cualquier momento porque decidiste comprar comida o medicinas para tus hijos en lugar de pagar tu cuenta de servicios públicos atrasada. No estabas trabajando en dos empleos mientras ibas a la universidad, y AÚN ASÍ vivías con el miedo constante de ser desalojada. Nunca tuviste que solicitar cupones de alimentos porque tu esposo murió ni tampoco tuviste que agazaparte luego avergonzada en la caja de la tienda de abarrotes, consciente de las caras prejuiciosas a tu alrededor mirando con enojo el lindo pastel que pusiste en tu carrito porque era la ÚNICA cosa que pudiste comprarle a tu hijo para su quinto cumpleaños.

En otras palabras, tú viviendo un par de años como muchos de nosotros vivimos nuestras vidas enteras no es la realidad... es una linda historia, una anécdota para reírse un poco durante la cena de Acción de Gracias en una de tus muchas mansiones. Es una mierda. Tú no sabes lo que es ser un Americano común y corriente igual que yo no sé lo que es ser una huérfana sudanesa o una pinche ameba. Creo que nos haría sentir a todos ligeramente mejor si tan sólo conjuraras un poquito de maldita humildad y lo admitieras.

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