3 de enero de 2013

Internet no es tan caótica

Hace no mucho leí un libro a tres manos entre las que destacan la de Umberto Eco y la de Jean-Claude Carriere; en una especie de diálogo erudito a más no poder, moderado aquí y allá por Jean-Philippe de Tonnac. El título. "Non sperate di liberarvi dei libri" (No esperen librarse de los libros o No crean que se librarán de los libros).

En un momento dado hablan de Internet como una especie de babel contemporánea, de la que por desgracia no se puede saber a ciencia cierta lo que es verdad y lo que es mentira. Opinan que es un mar de información sin una Auctoritas que la valide, y por lo tanto se puede leer cualquier estupidez con respecto a cualquier tema, y no existe (en el medio mismo) un modo de distinguir. Pero eso no es cierto. De entrada por ejemplo la wikipedia tiene mecanismos de validación, que obvio, podrían fallar y entregarnos información equivocada, pero a) el porcentaje de los artículos vándalos o equivocados es mínimo, con lo que de cualquier forma vale la pena investigar ahí, y b) de todos modos es igual en la actualidad con los libros impresos.

Es decir, sólo hay que ir a una librería de nuestros días y ver la prominencia que tienen las secciones de autoayuda, de pseudociencias, y demás sandeces. Me da la impresión de que en impresos hay igual cantidad de basura que en internet, pero internet está viva, internet es una comunidad, no una biblioteca, así que hay otras personas que te ofrecen opiniones con respecto a los trozos de información que hay ahí mismo. Sí, te pueden engañar, pero uno siempre puede buscar en google lo que otros opinan sobre algún artículo o argumento, y si el trozo de texto tiene suficiente tiempo, habrá críticas y opiniones que cumplan con la función de autoridad.

Pero no sólo están los mecanismos de validación y los comentarios de otros internautas, también está la experimentación. En El nombre de la rosa, Guillermo de Baskerville le narra a Adso un episodio en el que uno de sus maestros (no se si Bacon u Occam o algún otro famoso de ese entonces), descarta algunos libros de magia y hechizos como falsos. Adso pregunta cómo es que pudo saber dicho maestro que esas magias no servían, y la respuesta es hermosa, le dice más o menos que porque el sabio en cuestión las había puesto en práctica y no había obtenido los resultados descritos por los libros de magia.

Pues eso mismo aplica en internet. Nada más antes de navidad me tocó llevar el ponche a la fiesta de fin de año de mis críos a la guardería. Yo no sabía hacer ponche, así que googlée la receta, escogí una que me pareció fácil de hacer, la seguí paso a paso, y quedó un ponche riquísimo, si la información me hubiera llevado a un bodrio incomible yo habría sabido que seguí la receta equivocada. Poco tiempo después mi musa se sentía un poco mal y me pidió que le hiciera una avena, pero con agua (porque no puede tomar lácteos), busqué recetas, vi la que me pareció más convincente, la implementé y quedó bien. Así que, en internet hay buscadores, comentarios de autoridades, mecanismos de validación de los medios que publican textos y siempre está la posibilidad de revisar uno mismo si lo que se dice es o no verdadero. Obvio, hay más modos de filtrar el contenido y descartar la paja, pero de esos comentaré más adelante.

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