24 de septiembre de 2012

Llamado a los hombres (1 de 4)

Me encontré este video gracias a upworthy, un lugar en la red que pone toda clase de contenidos liberales y humanistas. El video es de TED (Technology, Entertainment, Design. -- Ideas worth spreading), TED tiene su própia página, ahí también pueden ver este video. Yo lo voy a poner en cuatro partes, porque la transcripción/traducción, aunque fue tan sólo una corrección de la que ya hay en la página de TED, me tomó algo de tiempo y quiero recuperar posts perdidos. Así que a continuación, Tony Porter hablando del machismo inherente a nuestra cultura en pleno siglo XXI.



(00:16)Crecí en Nueva York entre Harlem y el Bronx. Al crecer como niños, se nos enseñó que los hombres tenían que ser duros, tenían que ser fuertes, tenían que ser valientes, dominadores, --sin dolor, sin emociones, con excepción de la ira, y definitivamente sin miedo; que los hombres mandan, lo que significa que las mujeres no; que los hombres guían y que ustedes sólo deben seguirnos y hacer lo que decimos; que los hombres son superiores, las mujeres inferiores; que los hombres son fuertes y las mujeres débiles; que las mujeres valen menos, son propiedad de los hombre, y objetos, sobre todo objetos sexuales. Más tarde me enteré que eso era la socialización colectiva de los hombres mejor conocida como el "kit de la masculinidad". Como ven este kit contiene todos los ingredientes de lo que definimos como hombre. También quiero decir que, sin lugar a dudas, hay algunas hermosas cosas, hermosas, absolutamente maravillosas, de ser hombres. Pero al mismo tiempo hay algunas cosas que simplemente se han torcido, y realmente tenemos que empezar a cuestionar esa idea de la masculinidad, verla y realmente llegar a deconstruirla, redefinirla.

(01:41)Estos son mis dos hijos: Kendall y Jay. Tienen 11 y 12 años. Kendall tiene 15 meses más que Jay. Hubo un período en que mi esposa, Tammie, y yo estábamos muy ocupados y los castigábamos, a golpes y sombrerazos: Kendall y Jay. (Risas) Y cuando tenían unos 5 y 6 años, 4 y 5 años, Jay podía acercárseme, y estar llorando. No importaba el motivo por el que lloraba ella se sentaba en mi rodilla, moqueaba en mi manga, y lloraba, lloraba con ganas. “Papá está aquí. Eso es lo que importa.”

(02:13)Pero Kendall por otro lado –y como dije, él tiene sólo 15 meses más que ella, -- también podía venir llorando y tan pronto como lo escuchaba llorar se me activaba un cronómetro interno. Le daba al niño quizá unos 30 segundos, lo que significa que para el momento en que llegaba conmigo ya le estaba diciendo cosas como: "¿Por qué lloras? Levanta la cabeza. Mírame. Explícame cuál es el problema. ¿Cuál es el problema? No logro entenderte. ¿Por qué estás llorando?" Y preso de mi propia frustración, de mi rol y responsabilidad para educarlo como a un hombre que encajara en esas reglas y esas estructuras que definen el ser hombre, me descubría a mí mismo diciendo cosas como: "Vete a tu habitación. Vete allí, y quédate en tu cuarto. Siéntate hasta que se te pase, y luego ven a contarme cuando puedas hablar como un..." ¿Qué? (Audiencia: “Hombre”) "como un hombre". Y tenía sólo 5 años. Con el tiempo conforme crecía en la vida, llegué a preguntarme "Dios mío, ¿qué me pasa? ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué lo hago?" Y me acordé. Me acordé de mi padre.

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