17 de octubre de 2012

Una guia para los sin Dios: C9-Juicios (4 de 8)

Notemos cómo este recuento de los juicios emocionales requiere que las emociones sean racionales, o que respondan a razones. En esta idea del juicio, las emociones cambian en respuesta a la evidencia. Si no cambiaran respondiendo a nueva información, entonces la emoción predicha siempre sería la misma que sus emociones actuales. Mucha gente pensará que la idea de que las emociones son racionales es extraña. La gente piensa en las emociones como el paradigma mismo de lo irracional. Creen que cuando alguien actúa debido a una emoción, esa persona no está actuando según razón. La gente habla de estar "poseído" o "embargado" por una emoción, o de estar "paralizado" o "consumido" por sentimientos. Piensan que las emociones se entrometen en la mente consciente y racional, tal vez vengan del pozo de los impulsos inconscientes o instintivos. La vieja terminología para las emociones, las "pasiones", incita a la gente a pensarse como víctimas pasivas de sus sentimientos.

Dicha visión de las emociones está equivocada y es engañosa. Debemos remplazar esa anticuada visión de una separación estricta de las emociones y la razón con un punto de vista más balanceado.

Las emociones son racionales tanto estratégicamente como cognitivamente. Las emociones son racionales estratégicamente porque nos ayudan a actuar en el mundo. No sólo son útiles; son necesarias. Sin emociones, no podríamos decidir qué hacer. Las emociones son racionales cognitivamente porque responden a nuestras creencias respecto de nosotros mismos, el mundo, y el futuro, y responden también a nuestras evaluaciones auxiliares. Si no fuera así, entonces los tipos de psicoterapia cognitiva no funcionarían. Sin embargo, las racionalidades estratégica y cognitiva de las emociones están en tensión entre sí, con la estratégica actuando para disfrazar a la cognitiva. Déjenme explicarles.

Racionalidad estratégica


La gente suele pensar que las emociones estorban en la toma de decisiones racionales, que se entrometen en el pensamiento sereno y deliberativo necesario para las buenas decisiones. Sin embargo, resulta que, de hecho, no podemos decidir sin que nuestras emociones jueguen un papel. Los teóricos han señalado dos modos en que las emociones se involucran en la toma de decisiones racional. Ambos argumentos se basan en el hecho de que, de algún modo, sabemos demasiado.

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